DEJAMOS SANTIAGO Y EMPRENDEMOS LA RUTA 5 SUR

Buenas noches bloggeros! Siento la ausencia de ayer, entre unos y otros a nadie nos apeteció escribir, así que decidimos hacer una fusión de estos dos días. Dos días largos, de muchos kilómetros; dos días raros, sin la presencia de la familia-chilena cerca a la que tanto extrañamos; dos días nublados, acostumbrados al calor de Santiago.

Es curioso cómo, siendo verano acá, el clima, la vegetación, los bosques pueden cambiar tanto en tanto sólo unos kilómetros. Hemos pasado de refrescarnos en las fuentes de Santiago al frío absoluto del volcán Lonquimay, de ver prados de cultivos color del trigo a los más densos bosques de araucarias. Hablando de araucarias (ver foto), este árbol crece muy lentamente y pueden llegar a vivir 2.000 años!! (ya me gustaría a mí…).Su fruto, el pehuén, es comestible, fruto principal de los Pehuenches, para quienes es un árbol sagrado.

Ayer por la mañana, después de recoger nuestro precioso Gran Vitara (en seguida nos daríamos cuenta de lo importante de viajar con todoterreno si quieres adentrarte en las profundidades de Chile) y de despedirnos de la familia (pero sólo brevemente, a la vuelta nos veremos!) emprendimos el viaje por la Panamericana hacia el sur. Pasado Curicó nos desviamos hacia el Parque Nacional Radal Siete Tazas, con sus magníficas cascadas del Velo de la Novia, de las Siete Tazas y de La Leona (esta seca como una pasa). Este parque me recordó mucho a la vegetación de Poveda de la Sierra, los olores, los caminos, los ríos….

Después de ese momento de ‘naturaleza’ cogimos de nuevo la ruta 5 hacia Chillán, donde paramos para dormir. Hotel bueno, muy relajado, con habitaciones de nombres de árboles, la nuestra Alerce, otro árbol de los sagrados aquí en Chile. De Chillán vimos poco, curiosa su catedral con 11 arcos parabólicos, destacar la figura del ilustre chillanejo Bernardo O’Higgins (“Padre de la Patria”).

A la mañana siguiente partimos de nuevo hacia el sur, más kilómetros, pero nada monótonos. A cada segundo hay algo que te choca, un ciclista cruzando la plena autovía, gente haciendo autostop, cambios constantes en el color del horizonte……uno así no se puede aburrir. La primera parada fue en los Saltos del Rio Laja, una cascada bastante impresionante que hace este río a la altura de Los Angeles, y que, si bien en otros tiempos, arrastró más agua consigo, hoy en día aún conserva ese esplendor.

Por la tarde las cosas han surgido por puras coincidencias, como diría mi madre, y a ellas mismas prestaré atención ahora mientras escribo esto. En Curacautín tuvimos un momento de inflexión, hoy queríamos visitar el Parque Nacional de Conguillío pero no quedaban alojamientos en el parque. En esto que estábamos pensando qué hacer, un temblor ha sacudido la tierra. Era suave, a modo circular, y se ha registrado en Concepción con una magnitud de 7 grados. Tras este episodio Manuel nos ha llamado para asegurarse de que estuviéramos bien, y de aquí saco la principal coincidencia, él ha sido lo que ha hecho que nos decidiéramos a no ver hoy Conguillío, y desplazarnos al sector de las termas de Manzanar y Llonquimay, con la Reserva Nacional Malalcahuello-Nalcas. La pena que estuviera nublado, el volcán Llonquimay apenas se dejaba vislumbrar. Lo mejor, subir al cráter del volcán Navidad, el último que ha entrado en erupción aquí en Chile.

Es impresionante el cauce del río de lava, y la destrucción que dejó tras de sí, toda la ladera de la montaña negra, aunque, sorprendentemente, naciendo ya brotes verdes de vegetación. Como ocurre en la vida, cuando uno menos piensa que las cosas puedan mejorar, cuando te sientes hundido, quemado, sin fuerzas, siempre hay algo en tu interior dispuesto a florecer, a dar luz, energía, y comenzar el ciclo de nuevo.

Me despido chavales/as, que tengáis un bonito día!!!!