En el punto de unión entre el desierto y el clima mediterráneo del valle central se encuentra La Serena, capital de la cuarta región, Coquimbo, un lugar para mí privilegiado, puerta de entrada al valle del Elqui, y lugar de partida a playas de arena fina y aguas transparentes. Es evidente que esta ciudad me ha gustado, a diferencia de mi madre, que ella dice que se queda en el valle, donde hay 360 días de cielos despejados y limpios, será por ello que los más modernos observatorios astronómicos han instalado allí sus telescopios.
Nada más llegar a la Serena nos impactó el estilo colonial que estila la ciudad, la segunda más antigua de Chile, tras Santiago, fundada como punto de apoyo entre Valpo y Lima, y que debe su clase al plan de reforma del serenense Gabriel González Videla. Pero la ciudad sería para otro momento, porque en seguida alquilamos un coche, o quizás no tan en seguida, porque de diez agencias de renta que llamamos no tenía ninguna ni un solo vehículo, menos mal que a la onceava hubo suerte (no a la tercera, como dice el dicho) y nos dieron un Chevrolet rojo del año 2008, bonito, sí, y yo como primerizo dije a todo que sí, y no me fijé en mucho más (a mi madre por supuesto con sólo ser rojo el coche ya le gustó, jej). Luego nos daríamos cuenta de lo importante de tener un auto con aire condicionado, sí, ya no se me pasa para la próxima. Pero bueno, no fue nada grave el asunto, y como decía, pusimos rumbo al valle del Elqui, un valle donde la NASA registró una actividad biomagnética mayor a la encontrada en cualquier otra parte, lo cual activa las neuronas y crea un ambiente donde si uno lo desea todo viene dado. Ya lo decía la gran poetisa Gabriela Mistral, y aunque no pude conocerla en persona, sí hemos conocido a personas que han vivido en ese valle durante un tiempo, y todas ellas están de acuerdo en que a pesar de sus dificultades, o de sus situaciones, nunca les faltó lo básico, y en general vivieron felices en ese valle. Yo, personalmente, no puedo decir que sintiera nada especial, no es que esperara sentir un cosquilleo interno ni nada por el estilo, pero sí es verdad que con todo lo leído uno va como expectante a algo que no puede ver. Pero bueno, supongo que en dos días es difícil apreciar nada, salvo que en efecto, en ese valle se vive bien. Surcado por el río, varios pueblos salpican su curso, pequeños, pero singulares, unos viven del pisco entre hectáreas de viñas de uva moscatel, mientras otros lo hacen de las tiendas de artesanía, imitando la famosa cerámica diaguita, o de las mermeladas de papaya y productos de frutas tropicales. Al parecer nada le falta a este valle, tiene agua, tiene verde, montañas y un cielo estrellado prácticamente todas las noches del año. Nuestra primera parada fue el observatorio astronómico de Cerro Tololo (2.200m), donde operan 7 telescopios, el más grande de 4m de diámetro. Cuando uno lo ve realmente piensas que estás en la película de Contact, con esa maquinaria y aparatos, realmente impresionante. Pero para una visión más romántica de lo que es la astronomía fuimos por la noche al observatorio de Mamalluca, más turístico, con una visita de 2 horas donde nos enseñaron a interpretar lo básico del cielo, enfocado desde la cosmoastronomía, que estudia la interpretación del cielo desde el punto de vista de las distintas culturas, sean griegos, romanos, incas o aymaras. Nos gustó mucho, la verdad, aunque acabamos con el cuello tieso!
Vista del valle desde Cerro Tololo
Telescopio óptico
Del resto del valle destacar el pueblito de Vicuña, lugar donde estudió Gabriela Mistral, y que posee su museo. Su iglesia, su torre Bauer, sus casonas antiguas, como la de los Madariaga, su plaza de armas, sus tiendas y, especial mención, a la casa hostal donde Rita, una mujer alemana encantadora, que hace los jugos y la mermelada ella misma, y que nos dio el mejor desayuno de todo este tiempo en Chile. Gracias a ella recuperé mi abrigo, que me lo dejé olvidado y nos lo envió a la Serena. Os lo recomiendo si alguna vez vais.
Desayuno en casa Rita
Torre Bauer
CAlle de Vicuña
Solar de los Madariaga
Pero bueno, que no me quiero enrollar. Dos días estuvimos en el valle, y vimos además los pueblos de Diaguitas y El Molle, el embalse de Puclaro, y el viñedo de Pisco Aba.
Plaza del pueblo Diaguitas
Diaguitas: casa con pintura de su cerámica
Rio Turbio
Embalse de Puclaro
Viñedos Pisco Aba
Nuestro cochecito!!!!!
Valle del Elqui
Nos hubiéramos quedado más, pero el tiempo aprieta, y más la agenda que llevamos, así que nos fuimos para en norte, a Punta Choros, donde se encuentra la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt. Está formada por tres islas, Chañaral, Choros y Damas, y sólo se puede desembarcar en la última, preciosa, de aguas cristalinas, como en el Caribe, aunque un agua un poquito más fresca, vamos a decirlo así, jej. Aunque no pudimos ver los delfines, no faltaron los pequeños pingüinos Humboldt, los únicos que anidan entre cáctus, los lobos marinos, hasta un elefante marino, los cormoranes, nutrias, pelícanos, alcatraces y un sinfín de aves más, en un entorno de acantilados, roquerío con arcos, portadas y cuevas, sí, señor, un 10 a la excursión. Lo único malo, la distancia, se tarda 2 horas en ir, y que no previmos bien y nos quedamos sin gasofa en el pueblo, menos mal que nos vendieron los aldeanos.
A punto de zarpar
Isla Choros
Lobo Juan Fernández
Lobos marinos
Cría de lobo marino
Pingüino de Humboldt
Aves
en uno de los túneles
Arcada
Pelícanos
Isla Damas
Playa isla Damas
por cambiar un poco....
La otra playa de la isla
El martes 8 fuimos en sentido contrario, hacia el sur, otras dos horas de camino, para llegar al Parque Nacional Fray Jorge. En medio de una zona semidesértica, los acantilados de la zona forman un pequeño biotipo del bosque que hubo en todo Chile hace muchos años, pero que desapareció por el clima y que hoy sólo queda en el sur. Gracias a la corriente Humboldt se forman nubes que descargan lluvias abundantes en esta zona y conservan una vegetación tupida y frondosa. Es interesante ver ese cambio, que se da de golpe, y uno mismo pasa del calor de un día soleado como el nuestro al frío y la lluvia de una nube que no se sabe de dónde sale, la famosa camanchaca. Lo único que está lejos, y si no te gusta mucho la naturaleza, o andar, pues puede que no merezca la pena. A mí me gustó, la verdad. De vuelta por la tarde paramos en el pueblito costero de Tongoy, con su bahía de 19 km, y sus ricos pescados que cenamos, una palometa y una reineta con “agregado”, como dicen aquí…..de eso, a la cama!
Cáctus con flor
Entrada al Parque Nacional
Bosque Fray Jorge 1
Vistas al Pacífico
Bosque Fray Jorge 2
Camanchaca
Playa TOngoy
Playa Tongoy 2
Marijuani
Atardecer en Tongoy
Por último habría que mencionar las ciudades de COquimbo y Serena, separadas por 8km de bahía con finas playas, ambas muy bonitas, antiguas, y con dos estilos muy diferentes, la primera tipo inglés, mientras la segunda de corte colonial española.
Fuerte Coquimbo
Cruz del tercer milenio (93 m de altura)
plaza COquimbo
Iglesia COquimbo y cerro
Fuerte COquimbo 2
Fuerte 3
Mezquita COquimbo
Atardecer en Caleta SAn Pedro
Iglesia Serena 1
Iglesia Serena 2
Municipalidad
Casa Piñera
Calle Prat
Faro
Bueno, me despido que tenemos que patear VAlparaíso y ya vamos mal de tiempo. Esto se acabaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa..........jop hasta la próxima!
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